La conciencia es un subapartado del estado anímico y emocional provocado por las drogas de diseño.
El amor es la falacia mas grande jamás conocida, basada en el aumento de pechos, el grosor y el sonido del tubo de escape, o las casas de playa.
La familia y el hogar son un hostal de mala muerte, en el que se come, se cena, se duerme, y se grita.
La enseñanza es una lucha diaria contra las faltas de respeto, contra la rebeldía motivada por una causa aún inexistente.
El deporte está hecho para los fichajes multimillonarios.
La música se llama Pit Bull o Shakira, se escucha en discotecas y bares, y se crea por personajes ridículamente admirados, que crean sin razón ni sentimiento.
La Fe quedó en tiempo de herejes, y es más estúpido, menos valioso y respetado, aquél que le queda alma para creer en algo.
El dinero es la felicidad, la clave, la respuesta, la motivación.
La lectura es para "amanerados" y superdotados, o para pobres que no pueden permitirse el lujo de ir al cine.
Las relaciones se admiten, se bloquean o denuncian en la red.
Las conversaciones son escritas, no son necesarios aspectos como la ironía, las metáforas o los tonos de voz.
Las muestras de cariño dependen de pulsar o no el botón de "Me gusta".
El inconformismo se nutre de aquellos con más tatuajes y pendientes, pelos de colores e imperdibles en la ropa.
La salud la cubre la Seguridad Social, y los fármacos patrocinados.
La televisión, ya que atrapa, entretiene, y anti-educa.
Los best-seller están a manos de adolescentes vampíricos.
El respeto es una mofa en la película de Ali-G.
Los homosexuales pelean por sus derechos, y al igual que los sindicatos, montan parafernalias desorbitadas para dejarse ver, mientras que la mujer que muere cada fin de semana a manos del mismo malnacido, solo tiene el 016.
La política (era) y es un circo, y el parlamento un pulso de aplausos para la mayor sandez.
La alegría empieza el viernes y termina el lunes.
Las sonrisas son fingidas, hacia las personas, y para las fotos por etiquetar.
La vida es corta, por ello, hay que mutilar cuerpo y mente la pre-adolescencia.
La vocación para una profesión es un invento del mercado.
Las carreras en la universidad pública son para niños ricos.
La comida basura tiene más espacio total en la televisión que la noticia referida al maltrato en el hogar.
La ropa, la música y las ideas diferentes, son para modernos y gafapastas.
El llevarse a la chica al final de la historia sigue quedando en manos de los mismos, menos tú.
En qué mierda nos hemos convertido.
De-generación en de-generación...
Y no querer salir.
miércoles, 31 de agosto de 2011
martes, 30 de agosto de 2011
El adoquín de cada mes.
Se puso una camiseta, la primera que encontró, y cerró la puerta por fuera, procurando no hacer caso a los gritos de la habitación de al lado.
Dobló la esquina de su calle, y salió a una gran avenida alumbrada por farolas de luz tenue, que daban un toque opaco a las aceras, llenas de pisadas.
No es la primera vez que recorría ese camino, ni la primera vez que lo hacía para llegar al mismo lugar.
Por lo menos, una vez al mes, necesita realizar ese camino, sentarse en el mismo adoquín.
Caminó durante unos minutos que se hicieron horas, su cabeza estaba demasiado ocupada como para mandar a las piernas las acciones de ir más rápido, hasta llegar hasta casi el final de Cesáreo Alierta.
Decidió meterse por las callejuelas en las que duermen las malas lenguas y los estómagos vacíos, solo para impregnarse del aroma a frustración, y no sentirse tan abandonado.
Al fin pudo observar, sin apretar los ojos, su destino.
Llegó a la esquina del Parque de la Granja, y justo al lado, estaba su rincón preferido, demasiado visible para que nadie quisiera buscar un refugio.
Cruzó por una calzada, sin mirar, se fiaba del sentido del oído, y cruzó otra más; al fin llegó: su plaza, acorralada por dos vías de doble sentido, inundadas de metal, goma, y olor a gasolina.
Caminó lentamente por la plaza, y llegó al final, justo debajo de una fuente por la que corría un tímido brote de agua, constante, contaminado.
Se sentó, y dejó pasar unos segundos hasta preguntarse cuál era la razón, ésta vez, de encontrarse ahí.
Era su sitio, suyo y de nadie más, su rincón, su refugio, su cuarto sin ventanas.
¿Por qué le gustaba ese sitio? Porque, delante suyo, terminaba Zaragoza. Porque delante suyo, más allá del Pabellón Príncipe Felipe, la carretera se separaba en dos: una, a Madrid, otra, a Barcelona.
Qué curioso, a la derecha, en Madrid, su pasado, aquello (y aquella) que le persigue.
A la izquierda, en Barcelona, quién sabe, si su futuro, le encantaría...
Fallan las farolas, y sigue escuchandose el mismo estruendo de motores al son de los semáforos. Pero se está haciendo tarde, y pronto no habrá nadie que le molesté, y volverá a ser como los otros días, en el mismo sitio, a la misma hora.
A las 00:13, todo está en calma, las farolas siguen con su particular tintineo, los semáforos alumbran con un baile de luces, y los coches descansan, a unos kilómetros de allí, pasando de largo ésta ciudad.
Se siente bien, ya no le preocupa el motivo que le ha llevado hasta ese lugar, el lugar de siempre, cuando hay motivos.
A veces, saca sus auriculares, se tumba, y deja correr las horas charlando con la música. Otras veces, hay silencio. Y ese es el momento por el que está ahí. Lejos de todo, lejos de las realidades ajenas, inmerso en la fantasía propia. Delante el pasado, el futuro, bajo los pies, el presente, y en todo lo que le rodea, el silencio.
Vuelve, ya es tarde, alguien estará preocupado por él, quizás.
Esta vez regresa por el camino marcado por las luces, no quiere más frustraciones por hoy, se ahoga.
Volviendo sobre sus pasos, piensa poco a poco, y todo vuelve a ser igual, todo vuelve a tener el mismo olor.
El silencio de aquellas horas se había encargado de hacer que sus recuerdos se diluyeran en el tiempo.
Ahora, vuelve, y está agotado de compartir el tiempo consigo mismo.
Alea
Jaro
José Joaquín Sánchez Frutos, alias El Jaro
No es una leyenda, ni una parábola. Ni siquiera es una historia bonita.
Pero es una historia real.
El Jaro, un chaval, como tú, como yo, pero aún más joven.
El Jaro, un delincuente, un kinki, una historia, pero real, de las que duelen, de las que atrapan.
Amanece en Barcelona. V.O.
Quizás fue el momento más especial de mi vida, cuando muera, lo sabré.
Aquél 20 de Junio, de madrugada, fue sencillamente extrasensorial.
Xibeca, L&M, arena mojada, un mar lleno de dudas, y un sol naciente, rojo, como unos labios que olvidé.
Fue una noche irrepetible...hubo risas, alcohol, incluso sexo. Y no había mañana.
Fue una noche llena de amigos (así los llaman), conocidos, y mujeres por las que cualquiera vendería un riñón solo por ver como se follan.
Pero al amanecer todo era distinto...al amanecer solo estábamos nosotros tres.
Yo, mi cuerpo desnudo, recién tatuado. Un mar tranquilo, vacío, que rompía en mis pies. Un imponente sol, que mandó a dormir a todos, para quedarnos a solas. Solos los tres. El Mar, el Sol, Yo.
Solo, borracho, perdido...
Me follé a mi mismo.
Me follé dentro del Mar, mientras el Sol salía poco a poco, para alumbrarme.
No pensaba en nada, no me masturbé pensando en esos labios rojos (los que olvidé), pensaba en el momento, en el éxtasis que alcanzaría en ese idílico lugar, en ese irrepetible momento.
Me corrí en el Mar. Exhausto, me vacié por completo en aquella inmensidad.
La pequeña muerte, la gran resurrección...
Me rendí a la mínima corriente que había, me dejé llevar por las olas, tragando agua salada, llenando mi garganta y mis pulmones con ese sabor a nostalgia, con ese olor a libertad, con esa textura de infinito...me dejé llevar, queriendo llegar mar adentro.
Arrastrado por la voluntad de una mano invisible, volví a la orilla, pleno, nuevo, puro, vacío, en un estado mental propio de la inconsciencia.
Y amaneció en Barcelona, amaneció un nuevo día, una nueva esperanza para los desesperados, amaneció, desde lo más rastrero de mi alma, una nueva vida.
Barcelona.
Barcelona...
Barcelona, en tu Mar, queda parte de mí.
Volveré de este viaje.
Tus piernas, hechas de monte, corrían buscando un sueño
...
Regresar, reencarnado en la brisa del Mar
Es regresar, con mil historias en el equipaje
Regresar, por el camino que te vió marchar
Y te oyó jurar... "volveré de este viaje".
Porque en esta puta vida, el odio se acumula.
"Te he dejado en el sillón las pinturas y una historia en blanco."
- Aprende a vivir con ello, sin mí.
Eso fue lo último que le oí decir, seguido de los pitidos más incoherentes que jamás había escuchado.
Seguido del silencio más ensordecedor que jamás había oído.
Silencio...
Cada vez que me acuerdo de aquél invierno, ese mismo frío recorre cada jodida parte de mi piel.
Esa sensación al meter el pie en el mar, aún helado.
Esa sensación al vomitar un litro de Ballantines sólo con hielo.
Es duro no querer olvidar algo que odias.
Es duro creer que existía una unión irreversible entre dos puntos inconexos.
Es duro aparentar, sin saber hacerlo.
Pero supongo que es más duro morir de hambre, estar presionado bajo las manos de acero de un estado sionista, ser cabeza de familia y estar en paro, que desaparezca tu hijo, que la naturaleza arrase tu hogar.
Sí, supongo que todo eso es más duro, pero, ¿a quién quiero engañar?, en ese momento, el mundo me importaba una puta mierda.
En ese momento solo pensaba en ella, en mi, en el "ya-no-somos-nosotros".
En ese momento mi mundo seguía siendo ella...
Solo quería emborracharme, y morirme.
Que le den por culo al mundo, que le den por culo a ella, que me jodan a mí.
Quería verlo todo jodidamente destruido.
Pero, como siempre digo, *Hasta las estrellas por el camino más difícil.
Escogí la opción de seguir con mi sonrisa gris y mis ojos tristes.
Decidí coger aquellas pinturas y colorear una historia todavía en blanco.
No es un final feliz, jamás he sabido distinguir los finales de las verdades a medias (Como dice E.B, "condena al exilio las verdades a medias...").
De un modo u otro, decidí hacerme un último favor, y le hice caso...
Elegí aprender a vivir con ello, elegí aprender a vivir sin ella.
P.D.: En esta vida, solo existen dos clases de personas. En primer lugar, están aquellas de las que siempre te acuerdas. En segundo lugar, están aquellas de las que no puedes olvidarte.
Alea.
Aunque esta vez, si no respiro es por no ahogarme.
- Aprende a vivir con ello, sin mí.
Eso fue lo último que le oí decir, seguido de los pitidos más incoherentes que jamás había escuchado.
Seguido del silencio más ensordecedor que jamás había oído.
Silencio...
Cada vez que me acuerdo de aquél invierno, ese mismo frío recorre cada jodida parte de mi piel.
Esa sensación al meter el pie en el mar, aún helado.
Esa sensación al vomitar un litro de Ballantines sólo con hielo.
Es duro no querer olvidar algo que odias.
Es duro creer que existía una unión irreversible entre dos puntos inconexos.
Es duro aparentar, sin saber hacerlo.
Pero supongo que es más duro morir de hambre, estar presionado bajo las manos de acero de un estado sionista, ser cabeza de familia y estar en paro, que desaparezca tu hijo, que la naturaleza arrase tu hogar.
Sí, supongo que todo eso es más duro, pero, ¿a quién quiero engañar?, en ese momento, el mundo me importaba una puta mierda.
En ese momento solo pensaba en ella, en mi, en el "ya-no-somos-nosotros".
En ese momento mi mundo seguía siendo ella...
Solo quería emborracharme, y morirme.
Que le den por culo al mundo, que le den por culo a ella, que me jodan a mí.
Quería verlo todo jodidamente destruido.
Pero, como siempre digo, *Hasta las estrellas por el camino más difícil.
Escogí la opción de seguir con mi sonrisa gris y mis ojos tristes.
Decidí coger aquellas pinturas y colorear una historia todavía en blanco.
No es un final feliz, jamás he sabido distinguir los finales de las verdades a medias (Como dice E.B, "condena al exilio las verdades a medias...").
De un modo u otro, decidí hacerme un último favor, y le hice caso...
Elegí aprender a vivir con ello, elegí aprender a vivir sin ella.
P.D.: En esta vida, solo existen dos clases de personas. En primer lugar, están aquellas de las que siempre te acuerdas. En segundo lugar, están aquellas de las que no puedes olvidarte.
Alea.
Aunque esta vez, si no respiro es por no ahogarme.
No me gusta vivir en la ciudad
Ya no recuerdo cómo se escucha el silencio en las tardes de domingo.
Ya no recuerdo cómo se oye mi voz desde fuera.
Apenas consigo acordarme de las caras.
Supongo que estoy más acostumbrado a las despedidas, al reverso de las manos, al ruido de las puertas de madera.
Supongo que antes de oír esas puertas, debí abrir una ventana, y saltar.
Pero supongo que nunca me gustaron las alturas, nunca las temí, he aprendido a no temer nada, pero no me gustan, estoy demasiado habituado a experimentar las caídas y no soy un as encajando golpes.
Los golpes me dejan marca, y me cortan.
Las cicatrices son mas fuertes que la piel, me recuerdan que algo ha ido mal, por eso estoy lleno de heridas, que aún, no quiero dejar cicatrizar.
Quizás por eso ya no miro al cielo.
Llevo años con los ojos apuntando al suelo cuando camino, soy ciego, sigo tropezando.
Adoro el invierno, encerrado, las mentiras no tienen sitio en mi casa, esté donde esté.
Adoro el invierno, encerrado, tengo excusas para que me falte calor.
Adoro el invierno, encerrado, me quema la vida en las manos.
Odio el invierno, encerrado, no quedan sitios donde huir.
Odio el invierno, encerrado, tengo demasiado frío.
*La única ciudad que me atrapa, es aquella plagada de laberintos, aquella en la que, en sus calles, se respira el aire mágico de tiempos pasados, y el aire contaminado de tiempos futuros.
Aquella ciudad, que es toda Horizonte, aquella ciudad, en la que los sueños se cumplen mirando al infinito, aquella ciudad en la que un viaje es una vida, y cada vida es un viaje.
Lady Blue, Jaro.
*La única ciudad que me atrapa, es aquella plagada de laberintos, aquella en la que, en sus calles, se respira el aire mágico de tiempos pasados, y el aire contaminado de tiempos futuros.
Aquella ciudad, que es toda Horizonte, aquella ciudad, en la que los sueños se cumplen mirando al infinito, aquella ciudad en la que un viaje es una vida, y cada vida es un viaje.
Ad asta per aspera.
Y seguir adelante, cuando no haya nada en tí, excepto la voluntad que te dice "sigue adelante".
" ¿Y qué si no entendiste? ¿y qué si no lloraste? ¿y qué si pasa el tiempo? ¿y qué si no es como antes...? "
" ¿Y qué si no entendiste? ¿y qué si no lloraste? ¿y qué si pasa el tiempo? ¿y qué si no es como antes...? "
lunes, 29 de agosto de 2011
Hasta que aprenda a recordar cómo se olvida
Me aburren las risas absurdas, los absurdos pesares, el inocente victimismo de los doloridos, la magnificación de una tristeza incoherente.
Me duele haber vivido a oscuras, y encontrar una luz al final del final del camino.
Me produce cansancio el aburrimiento de los rostros infantiles, y desesperanza el miedo de las manos ancianas.
Me preocupa la saturación de gustos, la difícil elección entre las motivaciones preferentes para cada persona, en un mundo donde todo se consigue de manera muy sencilla, donde se aprende haciendo un clic, en un mundo donde el esfuerzo quedó enterrado en tiempos de guerra.
Me hiere la complejidad de las miradas, los mensajes inconscientes encerrados en cada palabra, las oraciones compuestas, compuestas de ignorancia.
Me producen náuseas los doctorados, los licenciados, la nobleza y los títulos, las etiquetas impuestas por manos férreas que se tambalean detrás de muros de oro, mientras los muros de barro se deshacen en débiles manos.
Me incomodan las Reales Academias, las Formaciones Profesionales, las Universidades de la alta alcurnia, las escuelas privatizadas y mercantilizadas, la educación vendida a los valores del mejor postor, mientras se deshecha la realidad diaria de mi barrio, del tuyo, del nuestro.
Me repugna saber que no se recompensan las historias que hay debajo de cada puente, detrás de cada cartón mojado, detrás de cada viaje y cada naufragio.
Me cansa tener que conectarme a un mundo paralelo para desconectar del mío, tener que navegar y caer en esa red para conocer a alguien que no encontrarás nunca, para confiar en la total desconfianza de una foto digital, para llegar a apreciar a alguien que ni si quiera has escuchado, pero como Dios, deseas creer que está ahí, y que es lo que quieres, que es como tu quieres, como tú necesitas.
Me olvido de acordarme de olvidar los recuerdos que me sobran, de los abrazos que me faltan, del roce de los cuerpos desnudos, del sudor frío recorriendo la piel mientras alcanzo la cima, de la importancia que abraza la sencillez de unos labios de mujer, de compartir el olvido.
Sin embargo, y a pesar de todo, me agradan los pequeños gestos de la ironía humana, la bondad innata de la gente ajena a las ciudades, las creencias, las firmes convicciones, el esperanzador temor a la muerte.
Me ilusiona la inocencia de la maldad de un niño, el temor a la primera relación, las ansias del primer orgasmo compartido.
Me alegra la ropa mojada en los días de lluvia, el olor a mujer al empezar el día, el lado frío de la almohada.
Me hace feliz oír las risas en los parques, ver manos entrelazadas, admirar al Sol, esperando cada mañana, hasta que aprenda a recordar cómo se olvida.
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