Y no querer salir.

Y no querer salir.
"Parado frente al mar, mientras el mundo gira."

viernes, 20 de abril de 2012

Distancia

“Se había resignado a no volverla a ver, pero abrió los ojos y allí estaba ella: la vida; caprichosa, sin dar explicaciones, como ella siempre ha sido”

Fui demasiado estúpido, quise atrapar su olor entre los dedos.
Me creí un titán invencible, cada vez que dibujaba sonrisas en su cara vacía.
Vacía por el tiempo, por el daño, por la vida.
Considerándola imposible desde que el fantasma de su pelo apareció, decidí nadar mar adentro, para no querer salir, para perseguirla, a mi estrella de mar, que un día fue la más bonita de las estrellas fugaces.
Sus manos moldeaban mi alma a su antojo, incluso llegando a introducir en mi mente la ignorante idea, de que yo merecía la pena.
Quizás el principio marcaba la fina línea de una locura no tan lejana; línea que no dudamos en traspasar con el primer paso, marcando huellas en un nuevo camino, un camino difícil, muy difícil.

Pero daba igual, nadie podía tocarnos.

El verde de sus ojos se hacía cada vez más intenso, y la contracción y el opuesto de sus pupilas, rozaba lo surrealista.
Y me hipnotizó, como las sirenas con su voz a Ulises, llevándole cerca de un naufragio inevitable, arrastrándole con ellas al fondo del mar. Donde todo es del mismo color, donde no hay escala de grises.
No me importaba naufragar, ella me había rescatado del mayor de mis naufragios.
Fue cuando nada tenía sentido, cuando me faltaban días para abandonar.
Llegó ella, con su risa, y me dijo que solo podía ofrecerme su amistad.
Ella no sabía con quién estaba hablando, las causas perdidas siempre fueron mis favoritas…
Día a día, las adversidades dejaban de lado sus malas intenciones, y parecía que los golpes de la vida, no eran tan fuertes, como los que nos habían dejado cicatrices antaño.
Peleamos con fuerza ante todo y contra todos, y quizás llegué a pensar que por fin, ya no habría que pelear más.

La llevé a mi Historia, la senté frente a mi Mar, en mi Barcelona querida, en el único sitio donde, si me iba, no podía hacerme daño nada, ni nadie. Pero decidí llevarla conmigo, decidí que su olor impregnara también sus calles, decidí que su risa se oyera en sus noches, que sus ojos se reflejaran en el agua salada de su eternidad, que su recuerdo quedara siempre presente en su nombre. Mi refugio es tu mayor recuerdo.

Me fijaba en tus detalles, en tus gestos, en cada parpadeo, en cada forma de pisar, volviendo el deseo en algo mortal, incomparable con las ansias eternas que corrían a tu lado por mis venas, con mi sangre.
Una y otra vez me jurabas y prometías tu Mundo particular, tallabas tus palabras en mis oídos sellados, era tu voz la única que escuchaba.

Pero no hay dos personas iguales, y de eso se trata, un puzzle no puede completarse si las piezas son las mismas.
Yo conseguí pelear teniéndote por motivo, superando recaídas antes inimaginables.
Tú…tú intentaste ser tan fuerte como siempre habías sido, pero olvidamos que tus fuerzas se habían diezmado después del ataque de un dragón.
Y esta vez, el príncipe azul no bastó para liberar a la princesa.
Los fantasmas de etapas anteriores galopaban con rabia por las líneas de tu memoria, sumiéndote en el mas angustioso intento de ser feliz, arrebatándote, orgullosos, la fuerza que mostrabas, imperturbable, ante todo.
Arrebatándote también, las promesas de tu boca, el intento de mi presencia.

Quizás no fui suficiente. Quizás no supe reaccionar a tiempo, o quizás reaccioné antes de la hora marcada en el reloj de los recuerdos.
Intenté por todos los medios entregarte la Luna, aunque lo que nosotros queríamos eran las estrellas…
Y las estrellas son lo que yo quiero, y lo que seguiré intentando conseguir, hasta que se apaguen a tu lado, efímeras, vacías de los deseos de aquellos que rezaron por tener una razón.

Fue todo demasiado intenso como para que pudiéramos soportarlo sin abandonar al primer intento, pero lo conseguimos con fuerza y voluntad, las promesas exigen sacrificio, y nadie podría robarnos el futuro que levantamos con nuestras propias manos, llenas ya de callos y deformaciones, de derrumbar otras veces algo que construimos sin asentar la base.
Pero esta vez era diferente. Esta vez había vidas de por medio. Había dolor de ese que es bueno, ese que no puedes controlar, ese que te quema por dentro al repetir un nombre, el que te eriza la piel al recordar una imagen, el que te corta la respiración cuando albergas su olor en los pulmones ya negros por la contaminación de la relación humana.

Ese dolor que dolía tanto que no podía controlarse.
Ese dolor que jamás abandonará mi cuerpo.

Fue entonces, cuando mis dedos se prendían al rozar tan de cerca las estrellas, que decidiste desaparecer.
A dónde.
Por cuánto.
Por qué.

¿Por qué?, porque el razonamiento humano a veces puede ser autodestructivo.

Hay personas, como yo, que les basta la sonrisa de su Mundo, para seguir para adelante.
Hay personas, como tú, que da protagonismo a las leyes de la gravedad, y esperan que todo caiga pro su propio peso.
Pero amor, no siempre hay que hacer caso. A veces es más gratificante acabar con los nudillos ensangrentados, si con eso has conseguido llegar hasta la cima.
A veces es más lógico apostarlo todo a cara o cruz, arriesgándote a la pérdida, arriesgándote a la inconmensurable ganancia.

Y a veces, mi antiprincesa, es demasiado tarde cuando te das cuenta de que deberías haber escogido el camino que pasaste de largo.

Ahora, que no te veo, que no te oigo, que no te huelo, que ni siquiera sé dónde estás…es entonces cuando más te sueño, y es entonces cuando más sonrío, pensando en lo bien que puede funcionar nuestro mundo, en la felicidad intrínseca en una rutina partida por dos, en todo lo que me resigno a perder, porque aún no ha llegado, porque necesito que llegue, porque me prometiste que lucharías porque llegará, porque para mí, tu palabra es lo más sagrado del universo.

Pero ahora no estás, y no me mata el no tenerte, me mata el echarte de menos sin saber por qué, sin saber hasta cuándo. Pero lo que realmente me parte el alma, es pensar en echarte de menos aún cuando vuelvas.
Siempre he tenido miedo de las despedidas.
Siempre he tenido miedo a los reencuentros.


No hay comentarios:

Publicar un comentario