Y no querer salir.

Y no querer salir.
"Parado frente al mar, mientras el mundo gira."

martes, 3 de julio de 2012

La persistencia de la memoria




A veces me siento perdido en las líneas de mis manos, no puedo soportar la idea de caer rendido por mi propia conciencia.

A veces siento demasiado el frío de las ausencias, el discreto impacto de la memoria, el sabor amargo de las despedidas.

A veces, la persistencia de la memoria, es la que me recuerda lo efímero del tiempo.

Cuánto duele sonreír sin desearlo, por recuerdos que ahora, deseas odiar.
Desangrar las venas de letras que no llegarán a ser susurros de otra voz, caricias en otras manos.
Estar lleno de vacío te convierte en nada, y la nada no es nadie, y nadie nunca cuenta.
Y mientras, cuento los segundos que he perdido mientras duermo con tu ausencia, mientras sueño con soñar contigo, mientras pienso en pensar en ti, mientras muero por morir entre suspiros.
Suspiros que se escapan entre hojas de papel desgarradas, entre negativos de fotos por hacer, entre noches con secretos sin contar.
La historia se repite, y el apuntador ha decidido abandonar. Este teatro se cae a pedazos, a quién mierda le importa esta puesta en escena, este telón a medio cerrar, este aforo siempre incompleto, estos focos que ya no iluminan mi presencia. Siempre fueron las butacas manchadas de vacío, las que interpretaron mejor el papel de espectador.
Y qué soy yo si no un espectador más.
Pero he perdido la inocencia. Ya no me apasionan las noches de cine de verano contando estrellas, ni el cinismo estacional de los estrellados.
Ahora tan solo soy lo que queda, lo que quiso dejar, lo que no le cupo en la maleta para su viaje al país del nunca jamás, el verdadero, el que mató a la conciencia infantil, a la inocente responsabilidad inexistente, a la ilusión eterna por sonreír, por compartir, por desvivirse. Ese país del nunca jamás, donde nunca jamás cogerá billete de vuelta.

Mientras tanto, sigo improvisando adoquines que pisar, caminos por recomponer, pasos hacia atrás que me lleven al principio, para intentar descubrir el mismo error de todos los comienzos, el mismo desvío hacia todos los finales.

He acabado por odiarme y darme asco. He acabado por odiar mi pelo y mis ojos, la longitud de mis pestañas, la forma de mi nariz, la curvatura de mis labios, la imperfección de mis dientes.
He acabado por odiar la silueta de mi cuerpo, la forma de mis dedos, la bajante de mis odios.
He acabado por odiar mis dieciocho cicatrices, la tinta en mi piel, cada una de mis perforaciones.
He acabado por odiar mis propios órganos sexuales, asqueándome al verlos, por también recordarme a su interior, dentro de donde yo estuve.
Pero al fin y al cabo, asumo el odio. Es imposible que fuera ella a quien odie, y alguien debía cargarse la culpa a las espaldas.
Y ya sabes, soy un maestro encajando golpes, hasta deformarme el rostro del alma por completo.

Pasé más de media vida intentando construir castillos de arena, intentando cazar fantasmas, intentando pescar sirenas con las que naufragué en su locura.
Ahora no quedan mares ni atardeceres, ahora solo quedan noches en los que destrozo mi cuerpo contra la pared. Pared teñida de rojo. Sangre teñida de olvido.
No soporto la idea de volver a ser el caballero de la armadura oxidada, ya sin ganas por (des)andar el sendero de la verdad, hace tanto intransitado. Hace tanto intransitable.



Entra en el salón de mi inconsciencia, siéntate junto al fuego, sírvete una copa de buen vino y cárgate de tabaco rubio. Aquí los inviernos duran demasiado, y mi historia no es fácil de contar.
No, las historias no son fáciles de contar cuando solo escuchan mis espejos.

¿A quién coño le importa lo que pase en tu vida? Te engañas, y consigues dejarte engañar. Y fingirá que le apasionan tus letras, y gritará que le enamoran tus susurros, y te jurará que aprecia lo que ve en los surcos de tu espalda, en las líneas de tus dibujos, en el futuro de tus manos.

Un día quiero pegar fuego a todo lo que recuerdo, y al siguiente, necesito ser yo quien arda al olvidar.
Pero nunca llega. Nunca llego.

Y mientras tanto, seguiré mirando atrás en las estaciones. A veces me parece escuchar mi nombre en el siempre ajeno griterío del hasta pronto.
Pero los cristales de aquellos trenes que me llevan siempre al mismo lugar, imponentes, egoístas, solo otorgan mi reflejo.

Ya no quiero cielos reflejados en mi Mar, ni tu sombra diluyendose en la sal de mis recuerdos.



martes, 22 de mayo de 2012

Mi Mundo y el Mar

Me cansé de hablar con el eco de algo que quizás nunca existió, jamás supe distinguir la ficción de una realidad obligatoriamente inventada.
No hubo tiempo de atarse al mástil antes de que el barco comenzara a hundirse. Ésta vez, el golpe de gracia vino por la espalda.
Pasan los minutos, latiendo en las sienes, cada vez más fuerte, cada vez más hondo, impidiendo respirar con normalidad, con cautela, como si no pasara nada. Y me atropellan, fingiendo ser segundos que convierten en inmortal el ruido del reloj, y siempre me asustó el tic tac que marcaba el compás del no retorno.
La escala de grises que pintó de colores que inventaba, se tiñe de silencio y ambigüedad, dando paso a la más triste y ridícula de las rutinas.
El encuentro casual que tuvo destellos de permanencia, los cuales creí, desvió su camino para huir por una ventana dibujada en un primer piso, a poca distancia del suelo, que creció y creció, hasta dejarme colgado en un ático que no alcanza la vista.
Reconocí a la ausencia gritando tu nombre, y recordé tu voz en estaciones vacías, llenas de nada, llenas de todo, llenas de despedida.
Las calles que un día sentí como mías, se contagiaron de ti, rompiendo el silencio con el ruido de tus pasos, rompiendo el ensueño los espasmos de tus manos.
La estabilidad dejó paso a guerras bipolares que me tomaron como rehén, dictándome normas de mutilación, recurriendo cada vez más a menudo al pesimismo que antes fue decisión acertada, la de pelear hasta desgarrar los nudillos, la de pelear hasta desangrar la conciencia.
Ahora quedan libros sin dedicar y fotos sin marco, quedan candados cerrados por dentro, con sus llaves en el fondo de un Mar que contaminé con recuerdos, con promesas por cumplir, por fallar.
Quedan palabras que fueron mentira, y palabras que fueron verdad.
Quedan noches en vela que desgarran mis entrañas, y silencios que llenan los vacíos que intento evitar.
Queda tiempo. Demasiado tiempo.
Supongo que la esperanza que os enaltece, es la que me agota. Si es lo último que se pierde, es lo último que te destruye.
“La vida no es esperar a que la tormenta pase, es aprender a bailar bajo la lluvia.”
Aconsejo y regalo intentos de resurgimiento, haciendo caso omiso para mi mismo, tomándote de ejemplo.
Me canso del tiempo que se escapa como arena entre los dedos, tiempo que dedicas a alimentar contradicciones. Tiempo que dedico a argumentar reproches que no salen de mi boca.
No fue mi persona lo que ilusionaba, si no una opción, un alto en el camino para pensar en los tropiezos con piedras que gritaban, con tablones incorrectos que marcaban la dirección, siempre equivocada, siempre flechas pintadas del revés.
Una mentira repetida muchas veces, se convierte en la más prestigiosa e irreversible de las verdades. Pero a veces me olvido de que sigue siendo una transformación, una solución provocada, una salida de emergencia.
A veces me olvido de que supe desde un principio, que todo era un producto de mi imaginación. De que solo es un paso más hacia la incorregible locura, que tanto disfruté, que ahora, tanto temo.



viernes, 20 de abril de 2012

Distancia

“Se había resignado a no volverla a ver, pero abrió los ojos y allí estaba ella: la vida; caprichosa, sin dar explicaciones, como ella siempre ha sido”

Fui demasiado estúpido, quise atrapar su olor entre los dedos.
Me creí un titán invencible, cada vez que dibujaba sonrisas en su cara vacía.
Vacía por el tiempo, por el daño, por la vida.
Considerándola imposible desde que el fantasma de su pelo apareció, decidí nadar mar adentro, para no querer salir, para perseguirla, a mi estrella de mar, que un día fue la más bonita de las estrellas fugaces.
Sus manos moldeaban mi alma a su antojo, incluso llegando a introducir en mi mente la ignorante idea, de que yo merecía la pena.
Quizás el principio marcaba la fina línea de una locura no tan lejana; línea que no dudamos en traspasar con el primer paso, marcando huellas en un nuevo camino, un camino difícil, muy difícil.

Pero daba igual, nadie podía tocarnos.

El verde de sus ojos se hacía cada vez más intenso, y la contracción y el opuesto de sus pupilas, rozaba lo surrealista.
Y me hipnotizó, como las sirenas con su voz a Ulises, llevándole cerca de un naufragio inevitable, arrastrándole con ellas al fondo del mar. Donde todo es del mismo color, donde no hay escala de grises.
No me importaba naufragar, ella me había rescatado del mayor de mis naufragios.
Fue cuando nada tenía sentido, cuando me faltaban días para abandonar.
Llegó ella, con su risa, y me dijo que solo podía ofrecerme su amistad.
Ella no sabía con quién estaba hablando, las causas perdidas siempre fueron mis favoritas…
Día a día, las adversidades dejaban de lado sus malas intenciones, y parecía que los golpes de la vida, no eran tan fuertes, como los que nos habían dejado cicatrices antaño.
Peleamos con fuerza ante todo y contra todos, y quizás llegué a pensar que por fin, ya no habría que pelear más.

La llevé a mi Historia, la senté frente a mi Mar, en mi Barcelona querida, en el único sitio donde, si me iba, no podía hacerme daño nada, ni nadie. Pero decidí llevarla conmigo, decidí que su olor impregnara también sus calles, decidí que su risa se oyera en sus noches, que sus ojos se reflejaran en el agua salada de su eternidad, que su recuerdo quedara siempre presente en su nombre. Mi refugio es tu mayor recuerdo.

Me fijaba en tus detalles, en tus gestos, en cada parpadeo, en cada forma de pisar, volviendo el deseo en algo mortal, incomparable con las ansias eternas que corrían a tu lado por mis venas, con mi sangre.
Una y otra vez me jurabas y prometías tu Mundo particular, tallabas tus palabras en mis oídos sellados, era tu voz la única que escuchaba.

Pero no hay dos personas iguales, y de eso se trata, un puzzle no puede completarse si las piezas son las mismas.
Yo conseguí pelear teniéndote por motivo, superando recaídas antes inimaginables.
Tú…tú intentaste ser tan fuerte como siempre habías sido, pero olvidamos que tus fuerzas se habían diezmado después del ataque de un dragón.
Y esta vez, el príncipe azul no bastó para liberar a la princesa.
Los fantasmas de etapas anteriores galopaban con rabia por las líneas de tu memoria, sumiéndote en el mas angustioso intento de ser feliz, arrebatándote, orgullosos, la fuerza que mostrabas, imperturbable, ante todo.
Arrebatándote también, las promesas de tu boca, el intento de mi presencia.

Quizás no fui suficiente. Quizás no supe reaccionar a tiempo, o quizás reaccioné antes de la hora marcada en el reloj de los recuerdos.
Intenté por todos los medios entregarte la Luna, aunque lo que nosotros queríamos eran las estrellas…
Y las estrellas son lo que yo quiero, y lo que seguiré intentando conseguir, hasta que se apaguen a tu lado, efímeras, vacías de los deseos de aquellos que rezaron por tener una razón.

Fue todo demasiado intenso como para que pudiéramos soportarlo sin abandonar al primer intento, pero lo conseguimos con fuerza y voluntad, las promesas exigen sacrificio, y nadie podría robarnos el futuro que levantamos con nuestras propias manos, llenas ya de callos y deformaciones, de derrumbar otras veces algo que construimos sin asentar la base.
Pero esta vez era diferente. Esta vez había vidas de por medio. Había dolor de ese que es bueno, ese que no puedes controlar, ese que te quema por dentro al repetir un nombre, el que te eriza la piel al recordar una imagen, el que te corta la respiración cuando albergas su olor en los pulmones ya negros por la contaminación de la relación humana.

Ese dolor que dolía tanto que no podía controlarse.
Ese dolor que jamás abandonará mi cuerpo.

Fue entonces, cuando mis dedos se prendían al rozar tan de cerca las estrellas, que decidiste desaparecer.
A dónde.
Por cuánto.
Por qué.

¿Por qué?, porque el razonamiento humano a veces puede ser autodestructivo.

Hay personas, como yo, que les basta la sonrisa de su Mundo, para seguir para adelante.
Hay personas, como tú, que da protagonismo a las leyes de la gravedad, y esperan que todo caiga pro su propio peso.
Pero amor, no siempre hay que hacer caso. A veces es más gratificante acabar con los nudillos ensangrentados, si con eso has conseguido llegar hasta la cima.
A veces es más lógico apostarlo todo a cara o cruz, arriesgándote a la pérdida, arriesgándote a la inconmensurable ganancia.

Y a veces, mi antiprincesa, es demasiado tarde cuando te das cuenta de que deberías haber escogido el camino que pasaste de largo.

Ahora, que no te veo, que no te oigo, que no te huelo, que ni siquiera sé dónde estás…es entonces cuando más te sueño, y es entonces cuando más sonrío, pensando en lo bien que puede funcionar nuestro mundo, en la felicidad intrínseca en una rutina partida por dos, en todo lo que me resigno a perder, porque aún no ha llegado, porque necesito que llegue, porque me prometiste que lucharías porque llegará, porque para mí, tu palabra es lo más sagrado del universo.

Pero ahora no estás, y no me mata el no tenerte, me mata el echarte de menos sin saber por qué, sin saber hasta cuándo. Pero lo que realmente me parte el alma, es pensar en echarte de menos aún cuando vuelvas.
Siempre he tenido miedo de las despedidas.
Siempre he tenido miedo a los reencuentros.


lunes, 23 de enero de 2012

Alea

Las personas llegan a la hora exacta donde están siendo esperadas.



Cuántos cuándos, cuántos dóndes...
Y al final, solo hay uno que vale, solo hay uno por el que ha merecido la pena esperar, por el que ha merecido la pena vivir.

Tu cuándo, tu dónde.

Al final, lo que cuenta, son los ojos que te quieren al despertarte, los labios que te besan por las mañanas, las manos que te abrazan cuando tiemblas, la espalda que acaricias cuando duermes.
Al final, lo que cuenta, es todo aquello que callamos, porque nos sobran las palabras, o porque nos faltan para poder describirlo con exactitud y coherencia.(Exacticamente)

Me pregunta dónde he estado, me pregunta por qué no he aparecido antes, me pregunta si la quiero, me pregunta si pasaré el resto de mi vida a su lado.

¿Aún lo duda?

Yo me pregunto qué ha visto en mí para hacerme su mundo, pero me da miedo seguir preguntandome, hay veces que es mejor obviar la respuesta, y hay veces que es mejor ignorar la pregunta.

Es el momento, es el lugar, es la persona.
Es su mirada la que recuerdo, es su sonrisa la que dibujo, es su tacto el que me emociona, son sus palabras las que creo.

Es su mundo el que yo quiero como mío.

El tiempo es tan relativo...te conozco de diez vidas pasadas, y me basta con una noche para saber que eres tú, y lo sé, y lo eres.
Y lo sé por las manchas de tu ojo derecho, y lo sé por el triángulo equilátero de tu pierna, y lo sé por la forma de tus labios, por el color, o colores de tu pelo, y lo sé por la cicatriz casi invisible de tu cara, y por el escondite de tu ombligo, y por el sabor de tu piel.

Eres tú, palabra.

¿Empezar a vivir? Ahora es el momento, tú eres el momento, lo que pasó ya no tiene mayor importancia que un recuerdo vacío, sin compartir, sin querer guardarlo en el cajón de la memoria, porque no es tuyo.
Todos mis recuerdos son ya promesas que te hice, palabras que convertirás en hechos, sueños que lucharemos por cumplir.

Esta vez, apostarlo todo a cara o cruz, ha sido buena idea.
La Suerte existe, y tiene otro nombre, no solo Alea será por siempre la niña de mis ojos.

La Promesa de una vida se puede quedar grande, pero a mí, me falta tiempo que regalar, caminos que recorrer, lunas que conseguir, y atardeceres que volver a contemplar.


Una mirada vale mas que mil palabras, y nunca dejaré de dar las gracias a Dios, por darme la oportunidad de poder leer la mas perfecta de todas.

El pasado, el presente y el futuro, se convierten en uno, para darnos la oportunidad de nacer de nuevo, con dos mundos paralelos y regalados, con la misma fuerza e ilusión, para entregarnos la vida con cada mirada.
Ahora entiendo por qué le gustan tanto las espirales...

Y que venga lo que tenga que venir, que me sobran seis vidas con pasar una a tu lado.
Podemos ser héroes, un día nada más.


Parados frente al mar, mientras el mundo gira.




Dejé por ti mis bosques, mi perdida
Arboleda, mis perros desvelados,
Mis capitales años desterrados
Hasta casi el invierno de la vida.

Dejé un temblor, dejé una sacudida,
Un resplandor de fuegos no apagados,
Dejé mi sombra en los desesperados
Ojos sangrantes de la despedida.

Dejé palomas tristes junto a un río,
Caballos sobre el sol de las arenas,
Dejé de oler la mar, dejé de verte.

Dejé por ti todo lo que era mío.
Dame tú, Roma, a cambio de mis penas,
Tanto como dejé para tenerte.
Lo que dejé por tí, Rafael Alberti.