Y no querer salir.

Y no querer salir.
"Parado frente al mar, mientras el mundo gira."

martes, 3 de julio de 2012

La persistencia de la memoria




A veces me siento perdido en las líneas de mis manos, no puedo soportar la idea de caer rendido por mi propia conciencia.

A veces siento demasiado el frío de las ausencias, el discreto impacto de la memoria, el sabor amargo de las despedidas.

A veces, la persistencia de la memoria, es la que me recuerda lo efímero del tiempo.

Cuánto duele sonreír sin desearlo, por recuerdos que ahora, deseas odiar.
Desangrar las venas de letras que no llegarán a ser susurros de otra voz, caricias en otras manos.
Estar lleno de vacío te convierte en nada, y la nada no es nadie, y nadie nunca cuenta.
Y mientras, cuento los segundos que he perdido mientras duermo con tu ausencia, mientras sueño con soñar contigo, mientras pienso en pensar en ti, mientras muero por morir entre suspiros.
Suspiros que se escapan entre hojas de papel desgarradas, entre negativos de fotos por hacer, entre noches con secretos sin contar.
La historia se repite, y el apuntador ha decidido abandonar. Este teatro se cae a pedazos, a quién mierda le importa esta puesta en escena, este telón a medio cerrar, este aforo siempre incompleto, estos focos que ya no iluminan mi presencia. Siempre fueron las butacas manchadas de vacío, las que interpretaron mejor el papel de espectador.
Y qué soy yo si no un espectador más.
Pero he perdido la inocencia. Ya no me apasionan las noches de cine de verano contando estrellas, ni el cinismo estacional de los estrellados.
Ahora tan solo soy lo que queda, lo que quiso dejar, lo que no le cupo en la maleta para su viaje al país del nunca jamás, el verdadero, el que mató a la conciencia infantil, a la inocente responsabilidad inexistente, a la ilusión eterna por sonreír, por compartir, por desvivirse. Ese país del nunca jamás, donde nunca jamás cogerá billete de vuelta.

Mientras tanto, sigo improvisando adoquines que pisar, caminos por recomponer, pasos hacia atrás que me lleven al principio, para intentar descubrir el mismo error de todos los comienzos, el mismo desvío hacia todos los finales.

He acabado por odiarme y darme asco. He acabado por odiar mi pelo y mis ojos, la longitud de mis pestañas, la forma de mi nariz, la curvatura de mis labios, la imperfección de mis dientes.
He acabado por odiar la silueta de mi cuerpo, la forma de mis dedos, la bajante de mis odios.
He acabado por odiar mis dieciocho cicatrices, la tinta en mi piel, cada una de mis perforaciones.
He acabado por odiar mis propios órganos sexuales, asqueándome al verlos, por también recordarme a su interior, dentro de donde yo estuve.
Pero al fin y al cabo, asumo el odio. Es imposible que fuera ella a quien odie, y alguien debía cargarse la culpa a las espaldas.
Y ya sabes, soy un maestro encajando golpes, hasta deformarme el rostro del alma por completo.

Pasé más de media vida intentando construir castillos de arena, intentando cazar fantasmas, intentando pescar sirenas con las que naufragué en su locura.
Ahora no quedan mares ni atardeceres, ahora solo quedan noches en los que destrozo mi cuerpo contra la pared. Pared teñida de rojo. Sangre teñida de olvido.
No soporto la idea de volver a ser el caballero de la armadura oxidada, ya sin ganas por (des)andar el sendero de la verdad, hace tanto intransitado. Hace tanto intransitable.



Entra en el salón de mi inconsciencia, siéntate junto al fuego, sírvete una copa de buen vino y cárgate de tabaco rubio. Aquí los inviernos duran demasiado, y mi historia no es fácil de contar.
No, las historias no son fáciles de contar cuando solo escuchan mis espejos.

¿A quién coño le importa lo que pase en tu vida? Te engañas, y consigues dejarte engañar. Y fingirá que le apasionan tus letras, y gritará que le enamoran tus susurros, y te jurará que aprecia lo que ve en los surcos de tu espalda, en las líneas de tus dibujos, en el futuro de tus manos.

Un día quiero pegar fuego a todo lo que recuerdo, y al siguiente, necesito ser yo quien arda al olvidar.
Pero nunca llega. Nunca llego.

Y mientras tanto, seguiré mirando atrás en las estaciones. A veces me parece escuchar mi nombre en el siempre ajeno griterío del hasta pronto.
Pero los cristales de aquellos trenes que me llevan siempre al mismo lugar, imponentes, egoístas, solo otorgan mi reflejo.

Ya no quiero cielos reflejados en mi Mar, ni tu sombra diluyendose en la sal de mis recuerdos.



martes, 22 de mayo de 2012

Mi Mundo y el Mar

Me cansé de hablar con el eco de algo que quizás nunca existió, jamás supe distinguir la ficción de una realidad obligatoriamente inventada.
No hubo tiempo de atarse al mástil antes de que el barco comenzara a hundirse. Ésta vez, el golpe de gracia vino por la espalda.
Pasan los minutos, latiendo en las sienes, cada vez más fuerte, cada vez más hondo, impidiendo respirar con normalidad, con cautela, como si no pasara nada. Y me atropellan, fingiendo ser segundos que convierten en inmortal el ruido del reloj, y siempre me asustó el tic tac que marcaba el compás del no retorno.
La escala de grises que pintó de colores que inventaba, se tiñe de silencio y ambigüedad, dando paso a la más triste y ridícula de las rutinas.
El encuentro casual que tuvo destellos de permanencia, los cuales creí, desvió su camino para huir por una ventana dibujada en un primer piso, a poca distancia del suelo, que creció y creció, hasta dejarme colgado en un ático que no alcanza la vista.
Reconocí a la ausencia gritando tu nombre, y recordé tu voz en estaciones vacías, llenas de nada, llenas de todo, llenas de despedida.
Las calles que un día sentí como mías, se contagiaron de ti, rompiendo el silencio con el ruido de tus pasos, rompiendo el ensueño los espasmos de tus manos.
La estabilidad dejó paso a guerras bipolares que me tomaron como rehén, dictándome normas de mutilación, recurriendo cada vez más a menudo al pesimismo que antes fue decisión acertada, la de pelear hasta desgarrar los nudillos, la de pelear hasta desangrar la conciencia.
Ahora quedan libros sin dedicar y fotos sin marco, quedan candados cerrados por dentro, con sus llaves en el fondo de un Mar que contaminé con recuerdos, con promesas por cumplir, por fallar.
Quedan palabras que fueron mentira, y palabras que fueron verdad.
Quedan noches en vela que desgarran mis entrañas, y silencios que llenan los vacíos que intento evitar.
Queda tiempo. Demasiado tiempo.
Supongo que la esperanza que os enaltece, es la que me agota. Si es lo último que se pierde, es lo último que te destruye.
“La vida no es esperar a que la tormenta pase, es aprender a bailar bajo la lluvia.”
Aconsejo y regalo intentos de resurgimiento, haciendo caso omiso para mi mismo, tomándote de ejemplo.
Me canso del tiempo que se escapa como arena entre los dedos, tiempo que dedicas a alimentar contradicciones. Tiempo que dedico a argumentar reproches que no salen de mi boca.
No fue mi persona lo que ilusionaba, si no una opción, un alto en el camino para pensar en los tropiezos con piedras que gritaban, con tablones incorrectos que marcaban la dirección, siempre equivocada, siempre flechas pintadas del revés.
Una mentira repetida muchas veces, se convierte en la más prestigiosa e irreversible de las verdades. Pero a veces me olvido de que sigue siendo una transformación, una solución provocada, una salida de emergencia.
A veces me olvido de que supe desde un principio, que todo era un producto de mi imaginación. De que solo es un paso más hacia la incorregible locura, que tanto disfruté, que ahora, tanto temo.



viernes, 20 de abril de 2012

Distancia

“Se había resignado a no volverla a ver, pero abrió los ojos y allí estaba ella: la vida; caprichosa, sin dar explicaciones, como ella siempre ha sido”

Fui demasiado estúpido, quise atrapar su olor entre los dedos.
Me creí un titán invencible, cada vez que dibujaba sonrisas en su cara vacía.
Vacía por el tiempo, por el daño, por la vida.
Considerándola imposible desde que el fantasma de su pelo apareció, decidí nadar mar adentro, para no querer salir, para perseguirla, a mi estrella de mar, que un día fue la más bonita de las estrellas fugaces.
Sus manos moldeaban mi alma a su antojo, incluso llegando a introducir en mi mente la ignorante idea, de que yo merecía la pena.
Quizás el principio marcaba la fina línea de una locura no tan lejana; línea que no dudamos en traspasar con el primer paso, marcando huellas en un nuevo camino, un camino difícil, muy difícil.

Pero daba igual, nadie podía tocarnos.

El verde de sus ojos se hacía cada vez más intenso, y la contracción y el opuesto de sus pupilas, rozaba lo surrealista.
Y me hipnotizó, como las sirenas con su voz a Ulises, llevándole cerca de un naufragio inevitable, arrastrándole con ellas al fondo del mar. Donde todo es del mismo color, donde no hay escala de grises.
No me importaba naufragar, ella me había rescatado del mayor de mis naufragios.
Fue cuando nada tenía sentido, cuando me faltaban días para abandonar.
Llegó ella, con su risa, y me dijo que solo podía ofrecerme su amistad.
Ella no sabía con quién estaba hablando, las causas perdidas siempre fueron mis favoritas…
Día a día, las adversidades dejaban de lado sus malas intenciones, y parecía que los golpes de la vida, no eran tan fuertes, como los que nos habían dejado cicatrices antaño.
Peleamos con fuerza ante todo y contra todos, y quizás llegué a pensar que por fin, ya no habría que pelear más.

La llevé a mi Historia, la senté frente a mi Mar, en mi Barcelona querida, en el único sitio donde, si me iba, no podía hacerme daño nada, ni nadie. Pero decidí llevarla conmigo, decidí que su olor impregnara también sus calles, decidí que su risa se oyera en sus noches, que sus ojos se reflejaran en el agua salada de su eternidad, que su recuerdo quedara siempre presente en su nombre. Mi refugio es tu mayor recuerdo.

Me fijaba en tus detalles, en tus gestos, en cada parpadeo, en cada forma de pisar, volviendo el deseo en algo mortal, incomparable con las ansias eternas que corrían a tu lado por mis venas, con mi sangre.
Una y otra vez me jurabas y prometías tu Mundo particular, tallabas tus palabras en mis oídos sellados, era tu voz la única que escuchaba.

Pero no hay dos personas iguales, y de eso se trata, un puzzle no puede completarse si las piezas son las mismas.
Yo conseguí pelear teniéndote por motivo, superando recaídas antes inimaginables.
Tú…tú intentaste ser tan fuerte como siempre habías sido, pero olvidamos que tus fuerzas se habían diezmado después del ataque de un dragón.
Y esta vez, el príncipe azul no bastó para liberar a la princesa.
Los fantasmas de etapas anteriores galopaban con rabia por las líneas de tu memoria, sumiéndote en el mas angustioso intento de ser feliz, arrebatándote, orgullosos, la fuerza que mostrabas, imperturbable, ante todo.
Arrebatándote también, las promesas de tu boca, el intento de mi presencia.

Quizás no fui suficiente. Quizás no supe reaccionar a tiempo, o quizás reaccioné antes de la hora marcada en el reloj de los recuerdos.
Intenté por todos los medios entregarte la Luna, aunque lo que nosotros queríamos eran las estrellas…
Y las estrellas son lo que yo quiero, y lo que seguiré intentando conseguir, hasta que se apaguen a tu lado, efímeras, vacías de los deseos de aquellos que rezaron por tener una razón.

Fue todo demasiado intenso como para que pudiéramos soportarlo sin abandonar al primer intento, pero lo conseguimos con fuerza y voluntad, las promesas exigen sacrificio, y nadie podría robarnos el futuro que levantamos con nuestras propias manos, llenas ya de callos y deformaciones, de derrumbar otras veces algo que construimos sin asentar la base.
Pero esta vez era diferente. Esta vez había vidas de por medio. Había dolor de ese que es bueno, ese que no puedes controlar, ese que te quema por dentro al repetir un nombre, el que te eriza la piel al recordar una imagen, el que te corta la respiración cuando albergas su olor en los pulmones ya negros por la contaminación de la relación humana.

Ese dolor que dolía tanto que no podía controlarse.
Ese dolor que jamás abandonará mi cuerpo.

Fue entonces, cuando mis dedos se prendían al rozar tan de cerca las estrellas, que decidiste desaparecer.
A dónde.
Por cuánto.
Por qué.

¿Por qué?, porque el razonamiento humano a veces puede ser autodestructivo.

Hay personas, como yo, que les basta la sonrisa de su Mundo, para seguir para adelante.
Hay personas, como tú, que da protagonismo a las leyes de la gravedad, y esperan que todo caiga pro su propio peso.
Pero amor, no siempre hay que hacer caso. A veces es más gratificante acabar con los nudillos ensangrentados, si con eso has conseguido llegar hasta la cima.
A veces es más lógico apostarlo todo a cara o cruz, arriesgándote a la pérdida, arriesgándote a la inconmensurable ganancia.

Y a veces, mi antiprincesa, es demasiado tarde cuando te das cuenta de que deberías haber escogido el camino que pasaste de largo.

Ahora, que no te veo, que no te oigo, que no te huelo, que ni siquiera sé dónde estás…es entonces cuando más te sueño, y es entonces cuando más sonrío, pensando en lo bien que puede funcionar nuestro mundo, en la felicidad intrínseca en una rutina partida por dos, en todo lo que me resigno a perder, porque aún no ha llegado, porque necesito que llegue, porque me prometiste que lucharías porque llegará, porque para mí, tu palabra es lo más sagrado del universo.

Pero ahora no estás, y no me mata el no tenerte, me mata el echarte de menos sin saber por qué, sin saber hasta cuándo. Pero lo que realmente me parte el alma, es pensar en echarte de menos aún cuando vuelvas.
Siempre he tenido miedo de las despedidas.
Siempre he tenido miedo a los reencuentros.


lunes, 23 de enero de 2012

Alea

Las personas llegan a la hora exacta donde están siendo esperadas.



Cuántos cuándos, cuántos dóndes...
Y al final, solo hay uno que vale, solo hay uno por el que ha merecido la pena esperar, por el que ha merecido la pena vivir.

Tu cuándo, tu dónde.

Al final, lo que cuenta, son los ojos que te quieren al despertarte, los labios que te besan por las mañanas, las manos que te abrazan cuando tiemblas, la espalda que acaricias cuando duermes.
Al final, lo que cuenta, es todo aquello que callamos, porque nos sobran las palabras, o porque nos faltan para poder describirlo con exactitud y coherencia.(Exacticamente)

Me pregunta dónde he estado, me pregunta por qué no he aparecido antes, me pregunta si la quiero, me pregunta si pasaré el resto de mi vida a su lado.

¿Aún lo duda?

Yo me pregunto qué ha visto en mí para hacerme su mundo, pero me da miedo seguir preguntandome, hay veces que es mejor obviar la respuesta, y hay veces que es mejor ignorar la pregunta.

Es el momento, es el lugar, es la persona.
Es su mirada la que recuerdo, es su sonrisa la que dibujo, es su tacto el que me emociona, son sus palabras las que creo.

Es su mundo el que yo quiero como mío.

El tiempo es tan relativo...te conozco de diez vidas pasadas, y me basta con una noche para saber que eres tú, y lo sé, y lo eres.
Y lo sé por las manchas de tu ojo derecho, y lo sé por el triángulo equilátero de tu pierna, y lo sé por la forma de tus labios, por el color, o colores de tu pelo, y lo sé por la cicatriz casi invisible de tu cara, y por el escondite de tu ombligo, y por el sabor de tu piel.

Eres tú, palabra.

¿Empezar a vivir? Ahora es el momento, tú eres el momento, lo que pasó ya no tiene mayor importancia que un recuerdo vacío, sin compartir, sin querer guardarlo en el cajón de la memoria, porque no es tuyo.
Todos mis recuerdos son ya promesas que te hice, palabras que convertirás en hechos, sueños que lucharemos por cumplir.

Esta vez, apostarlo todo a cara o cruz, ha sido buena idea.
La Suerte existe, y tiene otro nombre, no solo Alea será por siempre la niña de mis ojos.

La Promesa de una vida se puede quedar grande, pero a mí, me falta tiempo que regalar, caminos que recorrer, lunas que conseguir, y atardeceres que volver a contemplar.


Una mirada vale mas que mil palabras, y nunca dejaré de dar las gracias a Dios, por darme la oportunidad de poder leer la mas perfecta de todas.

El pasado, el presente y el futuro, se convierten en uno, para darnos la oportunidad de nacer de nuevo, con dos mundos paralelos y regalados, con la misma fuerza e ilusión, para entregarnos la vida con cada mirada.
Ahora entiendo por qué le gustan tanto las espirales...

Y que venga lo que tenga que venir, que me sobran seis vidas con pasar una a tu lado.
Podemos ser héroes, un día nada más.


Parados frente al mar, mientras el mundo gira.




Dejé por ti mis bosques, mi perdida
Arboleda, mis perros desvelados,
Mis capitales años desterrados
Hasta casi el invierno de la vida.

Dejé un temblor, dejé una sacudida,
Un resplandor de fuegos no apagados,
Dejé mi sombra en los desesperados
Ojos sangrantes de la despedida.

Dejé palomas tristes junto a un río,
Caballos sobre el sol de las arenas,
Dejé de oler la mar, dejé de verte.

Dejé por ti todo lo que era mío.
Dame tú, Roma, a cambio de mis penas,
Tanto como dejé para tenerte.
Lo que dejé por tí, Rafael Alberti.


domingo, 6 de noviembre de 2011

Frío sol de invierno





Te busco en un principio, y solo te encuentro en un final.
Las olas siempre rompen mis castillos de arena.
Sentimientos extraños, sensaciones intensas.
No sé muy bien el por qué, no suelo dedicar mucho tiempo a buscar respuestas, a veces es más listo el que pregunta.
Veo caras enfermas ocupando rostros que habían sido salvajes, dulces, incluso felices, y ahora han dejado paso a la rutina intrínseca en la desmotivación.
No quiero que pienses que me rindo por placer, quizás es simplemente un estancamiento temporal, tengo que ponerle los puntos sobre las ies a mi conciencia.
He andado y andado siguiendo un camino que creí mío, en el que puse mi nombre, y mantuve la esperanza viva a cada paso, por muchas veces que tropezara.
El tiempo siempre nos enseña a levantar y golpear.
Ahora siento que estoy secuestrado en contra de mi voluntad.
Ahora siento que mi camino ya no me pertenece.
Mi jodido cuerpo se estrecha a cada día que pasa, me adelgaza la rabia de mierda.
Me llegué a sentir como un extraño en mi propio paraíso, y como dicen lenguas maestras, deviene en infierno, quedándome con la vida que me quema entre los dedos.
Me llegué a sentir como un extraño cuando me miraba al espejo, y acabé por no reconocer mis rasgos, mis gestos, mis palabras, el brillo de mis ojos.
Me llegué a sentir mal por dentro, me sentía mal dentro de mi propio cuerpo.

No hay gloria sin dolor tras la tormenta.

Estuve demasiado tiempo anclado en mis errores, en las deudas que pagué, en tus recuerdos.

Si hay una salida, volaré tan alto que no alcanzará tu vista.
Aún no he perdido la batalla contra el miedo.
Pero termina el sueño, suena el disparo.




A veces, las palabras, hacen mucho más que un arma.
Y también, a veces, la esperanza tiene un matiz gris.
Me miro, la miro, ¿qué es lo que espero?, olvídate, hijo de puta.
Odio sentarme solo en los bancos.


“Ya no hay caballos blancos, ni mujeres guapas en mi puerta”

viernes, 28 de octubre de 2011

Polvo en el viento.





He aprendido de los errores que he cometido, marcados con ígneo hierro en cada una de mis venas, recordandome las heridas que no he querido dejar cicatrizar.
Tras muchos años de aciaga vida, he conseguido salir del caos, después de haber visitado el exilio, sin apenas recordar el camino andado.
Ignoré voces hermanas que me advertían y aconsejaban, y también desmentí las voces de extraños que me guiaban por veredas estrechas y oscuras, donde la ociosidad dejaba huellas al andar.
Busqué la perfecta bajada de telón durante tantos años, que me acabé olvidando del transcurso de mi vida, como si se tratara de una obra de teatro barata, interpretada por actores frustados que no consiguieron más papel que en un anuncio publicitario de pastillas contra el ardor de estómago, dirigida por un guionista bipolar, manejando nuestros roles como si de marionetas paralíticas se tratara.

Sueño con acero ensangrentado, y veo mi alma reflejada en un charco de hiel, rompiendo mis pasos el silencio de una noche de color púrpura. El mar se encarga de la música de fondo, las olas también rompen mi cuerpo en la arena.

Me pongo a pensar en las cosas que he perdido, en los amigos que se han quedado, en los amigos que no vendrán; pienso en las mujeres a las que les he entregado mi alma, y la han deshechado, y se han reído, y me han engañado. Pienso en las personas que han aparecido en mi vida por una razón, y lo único que han conseguido es acabar con mi paciencia. Pienso en los paseos a solas conmigo mismo, sin querer hablar con nadie, sin poder hablar con nadie.
También pienso en el futuro, a menudo de hecho, y me pongo triste, y me enfado, y me revienta la rabia por dentro.

Sueño con habitaciones sin ventanas, con rostros pálidos manchados de tristeza, con sombras que no quiero recordar. Con casas vacías y trasteros repletos, con rincones de voces donde nadie sonríe.

Puedo pasarme todo el día contando las deudas que he pagado, los pagarés que he extendido a manos amigas que rompieron mis brazos, quilates de confianza invertidos en alguien que acabo invirtiendo el sentido de mi situación.
Podríais borrar mi vida del pasado, sin que quedara nada, y nadie, de puertas a fuera de la lealtad de mi sangre, se daría cuenta pasada una semana.
No se puede volver atrás, la vida nos empuja, nos acorrala, nos folla soplándonos en la nuca, nos presiona, y no podemos abrir la puta boca, salvo para gritar.
Pero a pesar de ello, sabed que, hasta el momento, jamás me he rendido, que siempre he sacado el lado positivo de los golpes, que siempre he procurado levantarme en cuanto mis dientes tocaban el suelo, de rodillas otra vez.
La banca se ha quedado con todas las apuestas, hay que empezar de cero.

Sueño que nunca mas vuelvo a ver el sol como aquél día, que nunca vuelvo a ver amanecer, que mi cuerpo no vuelve a entrar en éxtasis con solo levantar la cabeza y mirar esa enorme luz roja naciendo de la tierra, depurando todo lo que aconteció hasta la noche anterior cuando cayeron estrellas...

Me rindo...
Rendirse...¿antes muerto? yo ya estoy muerto, y tú ya estás muerto, ya estáis muertos.
Toca echarse a correr atravesando puertas, echarse a correr pisando charcos, saltando muros, me toca echarme a correr para desplegar las alas y coger vuelo, no hay gloria sin dolor tras la tormenta.
Hay veces que me sobran las razones para hundirme, que me faltan los motivos para respirar.
Puede que la temprana visión lineal de la imagen de la insatisfacción propia sea una de las causas.

Sueño en blanco y negro, con personas cuyo nombre conozco pero su cara me es imposible de recordar, con canciones que no hacen daño, interpretadas por extrañas fuerzas que provocan sudor frío.

Vivir en un circo y dormir en la jaula de los leones no acaba siendo muy productivo para el crecimiento personal.
A veces me siento el homónimo masculino de Alice Gould en Los renglones torcidos de Dios. Manejo con mis propias manos una locura infundamentada para poder pertenecer al mundo enfermo de los demás, resultando yo el más incapacitado de todos.

El color amarillento de mis dedos se extiende poco a poco por todo el cuerpo, y los huecos en el alma se ensanchan a medida que el calendario retrocede.
Temo quedarme vacío, pero más temo el llenarme de trivialidades y sin sentidos.

Solo dime que vaya.

Sueño con mi cuerpo sometido a la ingravidez en la caída más brutal que nunca nadie haya experimentado, abriendo el pecho para respirar el irreparable golpe.
Sueño con cerrar los ojos y dormir tranquilo, y al levantarme, haber cambiado todo de color, y comenzar de nuevo.

Recuerdame como fuí, con mis luces y sombras, con mi sonrisa gris y mis ojos tristes.
Recuerdame aunque no me dieras la oportunidad de hacerme un hueco en tí.
Recuerdame aunque te olvides de mi cara y de mis manos.
Y recuerda, que aunque tu mundo se viniera abajo, yo podría haber sido el Titán que sostuviera tu esperanza.

Y volaré sin futuro ni pasado, envuelto en el vapor de las nubes.
Sin sentir el vacío de las entrañas, sin sentir el miedo en cada golpe de reloj.
Las despedidas huelen a humedad, a manos agrietadas, a labios cortados.
Para terminar, hay que regresar al principio.

No me gusta vivir en la ciudad, me recuerda que estamos hechos de vacío.
Ya no recuerdo cómo se escucha el silencio en las tardes de domingo.
Ya no recuerdo cómo se oye mi voz desde fuera.
Apenas consigo acordarme de las caras.
Supongo que estoy más acostumbrado a las despedidas, al reverso de las manos, al ruido de las puertas de madera.
Supongo que antes de oír esas puertas, debí abrir una ventana, y saltar.
Pero supongo que nunca me gustaron las alturas, nunca las temí, he aprendido a no temer nada, pero no me gustan, estoy demasiado habituado a experimentar las caídas y no soy un as encajando golpes.
Los golpes me dejan marca, y me cortan.
Las cicatrices son mas fuertes que la piel, me recuerdan que algo ha ido mal, por eso estoy lleno de heridas, que aún, no quiero dejar cicatrizar.
Quizás por eso ya no miro al cielo.
Llevo años con los ojos apuntando al suelo cuando camino, soy ciego, sigo tropezando.
Adoro el invierno, encerrado, las mentiras no tienen sitio en mi casa, esté donde esté.
Adoro el invierno, encerrado, tengo excusas para que me falte calor.
Adoro el invierno, encerrado, me quema la vida en las manos.
Odio el invierno, encerrado, no quedan sitios donde huir.
Odio el invierno, encerrado, tengo demasiado frío.




Polvo en el viento, todo lo que somos es simple polvo en el viento...

miércoles, 19 de octubre de 2011

"Y se juega la vida, siempre en causas perdidas..."



Me contó que se le quebró la voz la última vez que habló con el corazón en el puño.
Que le faltaba el aire, o que algo el oprimía el pecho.
Me dijo que desde ese mismo instante, decidió no volver a respirar.
Que le preguntara al espejo hace cuanto no le veía llorar, que me sorprendería de ver lo fuerte que se había vuelto su apariencia.

No sé si te acuerdas, pero sigue siendo ese chico sin problemas que siemper te hace reír, ¿verdad?.
Le cuesta tanto levantarse por las mañanas...
Desayuna dosis triples de ambición para superar seis horas sin derrumbarse.
Le da miedo acabar queriendo desayunar dosis triples de heroína.

Vuestra rutina, la que os entretiene, la que, poco a poco construye vuestro futuro, a él le parte el alma.
Dice que ojalá tuviera valor para abandonarlo todo, huir y explotar, y meterse a cura, o a puta, a estas alturas ya no le importa.

Sigue soñando con su vida lejos de aquí, pero algo le impide tomar la decisión definitiva; algo, alguien, le retiene aquí, alguien que no conoce,que no ha conseguido besar ni captar su atención ni por tres minutos, asuntos que no ha podido terminar, ni empezar, todas las cosas que le quedan por hacer.

Quizás se marche dentro de poco, con sigilo, sin dañarse a sí mismo despidiendose.
O quizás más adelante.
O quizás se muera mañana, y decenas de personas lloren por él, y empezará la carrera por ver quién era la persona que más le quería.
Hipócritas.
No quiere estar muerto para que la mujer de su vida piense que le quiere.
Le sigue aterrando pensar en la muerte.
Y también le sigue aterrando estar solo, de cuerpo y de mente.
Y echa de menos follar por amor.

Me dice que ha nacido en una época que no le corresponde; que conocer a la gente por una foto, usar las drogas como alternativa, no amar a nadie más que a tí mismo, no le va.
El golferío para todos los demás.

Me ruega que entienda que, él, también se merece que unos ojos bonitos se enamoren de él, y que le conviertan en la persona más imperfectamente especial de su mundo.
Me dice que quiere un mundo entero solo para él.
Donde a la gente le vuelva a doler escuchar una canción.
Donde la piel de gallina sea la traducción literal de la línea de un libro.
Donde el sudor frío sea síntoma de un placer desconocido.

Este no es su mundo, ni la gente que quiere, aunque ellos tampoco le quieran a él. Pero también me dice que está tomando decisiones, y que se ha cansado de ser el amigo feo que os hace reir.

El amor propio que le queda le impide pensar que no vale nada, pero me pide, que porfavor, alguien se lo demuestre.
Escribe en las paredes que es un viaje jodidamente largo para una sola persona, aunque solo sea un tramo.

Iba a decir que le podeis llamar romántico, tipo con valores e ideas, pero mejor todavía, llamarle gilipollas.

Lo peor de todo, es que se está muriendo el niño que tenía dentro.

Y sin que nadie se mueva, ¿quién lo arregla?.